Las agencias espaciales de Rusia y EE.UU. están trabajando
en una misión conjunta hacia Venus con el fin de investigar algunos de los
misterios de este infernal planeta, incluyendo, tal vez, si alberga o no algún
tipo de vida.
Un equipo internacional de científicos está finalizando los
objetivos principales de la misión «Venera-D» antes de entregar su informe a la
NASA y al Instituto de los Estudios Espaciales de la Academia de Ciencias rusa,
comentó David Senske, empleado del Jet Propulsion Laboratory de la NASA en
Pasadena, California. Las primeras discusiones científicas empezaron hace tres
años, pero tras el aumento de las tensiones por la reunificación de Crimea con
Rusia la mayoría de los contactos entre la NASA y Roscosmos cesaron. No
obstante, en 2015 la cooperación reanudó, informa Space.com. «Rusia siempre ha
querido volver a Venus», afirmó Senske, haciendo referencia a los logros de la
URSS en aterrizar el primer aparato espacial en la superficie venusiana y sacar
la única foto disponible del suelo del planeta.
Un orbitador, un aterrizador y más
Los detalles acerca de la misión todavía no se han definido.
Sin embargo, el tamaño del proyecto podría alcanzar un estatus similar al de
otros proyectos de la NASA, como el rover marciano Curiosity —de 2.500 millones
de dólares—, estima Senske. Los planes preliminares contemplan enviar una sonda
orbital para estudiar el planeta por unos tres años, así como hacer aterrizar un
módulo de descenso, el cual se prevé que sobreviva al menos unas horas en la
hostil atmósfera venusiana. Sin embargo, además de estas herramientas se
estudia el uso de equipos más sofisticados, como varios sensores técnicamente
más sencillos y duraderos —capaces de sobrevivir en la superficie hasta un mes—
o incluso un avión para cruzar los más habitables cielos del planeta. Se
teoriza que en las alturas de la atmósfera de Venus sea posible la vida. «Rusia
creará la sonda y el módulo de descenso, así como lanzará la misión usando el
cohete Angará-A5», explica Senske. La NASA contribuirá con equipos
individuales. De conseguir la parte rusa la financiación requerida, el
lanzamiento podría ser pautado para el año 2025 o 2026, aunque el empleado de
la NASA admite que se trataría de un plan «ambicioso».
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